Estafar es, según el diccionario de la RAE, privar a alguien, con engaño, de sus dineros u otra cosa de valor. Timar, explicado en la misma fuente, es engañar a otros con promesas que luego no se cumplen. Robar, si nos atenemos a lo que Dios le dijo a Moisés en el monte Sinaí, es retener injustamente los bienes del prójimo o causarle el menor daño en ellos.
Estos tres verbos pueden aplicarse a las gestiones realizadas por los altos directivos de las cajas de ahorros, cuyo resultado está a la vista. No es concebible, ni cabe en cabeza alguna, que unas instituciones centenarias, en las cuales los gallegos habían depositado una fe desmesurada y a las que habían confiado sus ahorros, puedan, por culpa de la desdichada administración de unos ¿señores?, desaparecer o caer en manos de algún tiburón.
En un país como el nuestro, donde la cibernética nos tiene a todos controlados (no se equivoquen en un euro al hacer la declaración que luego le llaman a capítulo), y donde se ha gastado más de un millón de euros en auditar a las cajas con resultado positivo, ¡que ya es otra!, no parece creíble que sucediera tal descalabro. ¿Qué es lo que supervisaban los inspectores del Banco de España? ¿En qué luna se encontraban los miembros de la CNMV? ¿Y el señor Feijoo estaba en la inopia cuando posó jactancioso con los altos ejecutivos de las entidades fusionadas? ¿Ignoraba la situación al anunciarnos la creación de un gran banco gallego o nos estaba mintiendo a sabiendas?
Comentando este verano en Razo con un amigo norteamericano todo lo que está ocurriendo en Galicia con las preferentes y subordinadas, no entendía cómo pueden quedar impunes los autores de unos hechos tan graves y tan perjudiciales para miles de familias. Cuando le aclaré que, para mayor inri, los culpables habían sido indemnizados con millones de euros, no lo entendía. En mi país, decía, los trickys y los swindlers que practican esa ingeniería financiera se pudren en la cárcel.
CARBALLO - GABRIEL PÉREZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario